¿Por qué educar a los hijos de otros? (II)

En una entrega anterior exploramos esta pregunta evitando llegar a una conclusión, pero exponiendo la idea de que pagar por educar a los hijos de otros podría ser conveniente si dicha educación nos reportara a todos un beneficio importante. Corresponde ahora plantear que, en nuestra opinión, la educación de otros efectivamente produce tales beneficios y que el principal está relacionado a nuestra urgente necesidad de lograr un crecimiento económico más veloz. Lo anterior, a su vez, es consecuencia lógica de dos premisas: Una: Que un mayor nivel económico general beneficia a casi todos en lo individual –el tema de esta entrega- y dos: que la educación de casi todos es un factor necesario, o al menos un acelerador importante, para obtener esa mayor velocidad de crecimiento -asunto que analizaremos otro día.

Ambas premisas pueden parecernos obvias a muchos, pero hay que reconocer que ninguna de las dos es universalmente aceptada. Aportamos nuestro análisis, entendiendo que el desacuerdo es válido, pero que un consenso es conveniente para el bien del país y casi imprescindible antes de hablar de los medios, o del contenido, de la educación. Pido disculpas por abandonar temporalmente el enfoque en organización y procesos que caracteriza este blog, para meterme a temas económicos. Entiendo el riesgo de tal atrevimiento, pero si esperamos a que los economistas se pongan de acuerdo y nos digan que hacer, moriremos esperando.

El desarrollo económico general impacta favorablemente a toda o casi toda la población

Es  obvio, por definición, que una mayor producción y consumo de bienes y servicios implica un mayor nivel económico general, y por observación, que la interrelación entre el nivel de vida de los demás miembros de la comunidad dentro de la cual actuamos, y nuestro nivel de vida individual existe. No es un asunto de “derrame” de riqueza de ricos a pobres, sino de que el nivel de vida de los demás tiene una influencia más grande en nuestro bienestar económico que  nuestro esfuerzo personal, asunto que pasa desapercibido cuando no nos detenemos a pensar.

Creo que no pondríamos en duda, por ejemplo, que ni un vendedor de “chucos”, ni un médico, ni un comerciante, ni un inversionista, por mucho que se esfuerce, podría obtener el mismo nivel de vida viviendo, trabajando e invirtiendo exclusivamente entre los Yanomami del Amazonas que haciéndolo exclusivamente en Nueva York. Ahora bien, si usted vive en la Capital de Guatemala, puede sentir, equivocadamente, que la pobreza en el corredor seco es deplorable, pero algo que no le afecta en lo personal. Esto es solo porque su interacción económica con esa comunidad es indirecta, y su efecto limitante sobre sus posibilidades individuales es disperso y casi invisible a comparación de lo visible del efecto de su esfuerzo individual, inventiva o capital personal. Es equivocado esperar ver un efecto claro y directo proveniente de un solo hecho aislado de los muchos que nos afectan. Esa visión tan estrecha nos impide ver la realidad, porque perdemos de vista el poderoso efecto general de situaciones generalizadas sobre la totalidad. Igual aparente desconexión, por cierto, sentirán, por las mismas exactas razones, los pobladores vecinos a una nueva hidroeléctrica, que sin embargo sí podrían sentir el impacto de las inversiones caso emigraran a un país desarrollado y lleno de estas. De hecho, por eso emigran.

El nivel económico general que tanto nos limita es simplemente una consecuencia de la productividad, y esta de la aplicación combinada del conocimiento y la inversión de capital. A mayor productividad general, mayor será el valor subjetivo del trabajo, y mayor su valor  en el intercambio de bienes y servicios, con mayor nivel de vida para todos los que participan en el intercambio. El gran error Marxista de que a mayor capital mayor la necesidad de “explotar” al trabajo, a través de una menor retribución, queda claramente expuesto con la simple observación de la realidad histórica. La discusión sobre si ese crecimiento es “equitativo”, o si debería de serlo, se la dejamos a otros, pero quedan dos asuntos sobre la anterior “definición y observación” del desarrollo que debemos tocar para que nuestro argumento quede completo.

Sobre la realidad histórica: Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) efectuada en 2014

Para delicia de los que aún creen en la teoría del empobrecimiento incremental, en Diciembre de 2015, el Instituto Nacional de Estadísticas informó que en los catorce años que van del 2000 al 2014, en Guatemala, la pobreza pasó del 56.4 % a un 59.3 %. Aunque, según los medios, ni el informe, ni los presentadores, pudieron explicar las causas de lo que el propio representante del Banco Mundial calificó como un resultado ilógico, esto no le evitó declarar que “Cabe preguntar quién está recibiendo el producto económico, porque ha mejorado el PIB, pero los niveles de pobreza han subido”. Tampoco se informó sobre las posibles causas por las cuales la encuesta a mitad de ese periodo de catorce años, la del 2006, arrojó que el nivel de pobreza se había reducido a 51.2 %, pero sería ingenuo el no asumir que existe un considerable margen de error en estas mediciones.

Siendo este un asunto de tanta importancia, deberíamos esperar un estudio técnico sobre el extraño resultado, pero dudo que eso se dé. El daño a los proponentes de la necesidad de impulsar el desarrollo está hecho. De nuestra parte comentamos, primero: El incremento señalado de 2.9 % no es un incremento de 2.9 % como se divulgó en algunos titulares de prensa, es un incremento porcentual de 0.05 % sobre el resultado del 2000. En 14 años equivale a un 0.0036 % anual. Considerando los posibles errores, estimaciones, modificaciones de estándares y cálculos involucrados, podría haber sido más correcto informar que el nivel porcentual de la pobreza no mostraba variación medible. Segundo: El PIB per cápita de Guatemala para ese periodo, según el Banco Mundial, subió 17.5 %. Nuevamente sería conveniente saber más sobre el margen de error, sobre los componentes que influyeron en esa cifra, y sobre una disminución del PIB per cápita ocurrida en el año 2009, pero en todo caso es un incremento de apenas 1.25 % anual. No es necesario declarar el “fracaso del Capitalismo” o recurrir a la “voracidad” y “mezquindad” de los empresarios para explicar por qué un crecimiento per cápita tan minúsculo no logra reducir la pobreza, asunto en el cual, sin restarle importancia al desarrollo como elemento principal, también inciden otra serie de factores. (1)

La definición de “desarrollo”

No faltará quien pregunte a que desarrollo nos estamos refiriendo aquí, pues hay muchas visiones, cosmovisiones y “modelos” de desarrollo. Esa pregunta nos coloca frente a un pantano de ideas creado por la lucha ideológica en torno a la definición de la palabra “desarrollo”. Hay inclusive quienes abogan por distanciarla del concepto de “crecimiento económico” para poder plantear un desarrollo sin crecimiento. Podemos sortear ese pantano señalando simplemente, y asumiendo que usamos “desarrollo” como verbo, que el modelo no importa para nuestro propósito, pues es más fácil justificar la necesidad de educación para la efectividad de esos “modelos alternativos” que para el concepto clásico que utilizamos.

No podemos evitar mencionar sin embargo, que aunque en dicho pantano puedan existir algunos caminos al desarrollo pendientes de mayor exploración, como alguna vez fueron los microcréditos y tal vez hoy pudieran ser el apoyo a las PYMES o la implementación de transferencias correctamente condicionadas, otros caminos, trazados por quienes plantean, no un camino diferente sino un resultado diferente, parecen llevarnos de vuelta a utopías sociopolíticas que recuerdan la ilusión de “una sociedad más justa, regida por nuevos valores” así como a quienes, con equivocada convicción, sembraron destrucción y odio con la vana esperanza de crear un “Hombre Nuevo”.

Por lo anterior confesamos que usamos la palabra “desarrollo” como sustantivo, con el significado que sus críticos llaman “economicista”,  desarrollo que usualmente se mide por el “PIB per cápita”, un promedio muy criticado, con los problemas típicos de cualquier promedio y otros más, pero que fácilmente explica por qué la gente emigra del campo a la ciudad, y de  los países “pobres” a los “ricos”. Usamos “desarrollo” como verbo, para referirnos al incremento de ese PIB per cápita. No nos preocuparemos del índice de desarrollo humano, o de los ocho objetivos y dieciocho metas del milenio, o de los nuevos diecisiete objetivos de desarrollo sostenible, ni de los modelos alternativos de desarrollo, pues es posible, pero inconveniente al entendimiento, complicar cualquier tema más allá de lo necesario.

¿Puede probarse que el desarrollo nos beneficia a todos?

Han pasado ya unos doscientos años desde la Revolución Industrial, y los economistas e historiadores aún debaten si su efecto inicial empeoró o mejoró la situación de la “clase trabajadora”. En la “ciencia” económica las relaciones probadas son escasas. Podemos sin embargo, regresando a nuestra pregunta original, señalar un informe bastante definitivo del Banco Mundial que data de 1993, y que concluye que no solo existe una correlación entre desarrollo y salud, sino que esa relación es causal: el desarrollo trae salud. Eso, puede decirse, está probado, pero los economistas siempre seguirán discutiendo cualquier postulado, y reciclando viejas teorías (2). ¿Sería necesario probar, por ejemplo, que  nos beneficiaría a todos lograr que el PIB per cápita de Guatemala fuera de $ 52,172 como lo es en  Holanda en lugar de los $ 3,673 que producimos en el 2014? Entiendo que ante ese postulado la controversia se centraría en la palabra “todos” debido a que la pobreza, aunque reducida, existe aún en los países más desarrollados, pues como ya señalamos,  sus causas no son solo económicas y es difícil probar una relación causa-efecto cuando el efecto tiene más de una causa, lo que lleva a algunos analistas a descartar la causa que no les gusta incluir, aunque esa sea la  principal y obvia.

Tal vez por lo anterior distinguidos analistas, basados en evidencias -bastante débiles a mi juicio- han escrito que la necesidad de desarrollo en Guatemala es “un mito”. Esas conclusiones deben repensarse porque las ideas tienen consecuencias y oponerse  a impulsar el desarrollo seguramente no ayuda a los más pobres, ni a los demás, y debería ser claro que la necesidad de desarrollo no es ningún mito. Ahora bien, si una medida o ley en particular, “para el empleo”, “para la juventud”, “para la industria”  o “para el desarrollo rural”, no ayuda al desarrollo, sino que esconde agendas de otro tipo, eso es harina de otro costal. No hay que confundir la discusión sobre el camino al desarrollo que puede tratar sobre la efectividad de las variantes recetas del Banco Mundial (Sustitución de Importaciones, El Consenso de Washington, Importancia de las Instituciones) o sobre el Indice de Libertad Económica o sobre la asistencia social; con una discusión sobre lo deseable del desarrollo.

Me parece válido afirmar que el consenso entre los estudiosos y organizaciones (3), es que el desarrollo beneficia a todos los que participan en la actividad económica, aún en el corto plazo, e indiscutiblemente en el largo, y que lo mejor que podemos hacer para ayudar a los que no participan es volverlos participantes en lugar de luchar para mantenerlos aislados y ajenos. Para asegurarme de no estar equivocado, he tratado de encontrar un “país ejemplo” que pudiera categóricamente desmentir lo anterior. Esto es, un país que haya tenido un crecimiento excepcional y sostenido del PIB per cápita durante cinco, seis o siete años sin mostrar reducción en el nivel de pobreza. No lo he encontrado. Como mi análisis y búsqueda seguramente es sesgado, he buscado también la opinión de un experto en desarrollo, el connotado crítico del mercado y de los grandes capitales, autor del libro “El Precio de la Desigualdad” y premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz de quien hubiera esperado una opinión radicalmente contraria a la nuestra.  Encuentro que Stiglitz ha manifestado que “El crecimiento no necesariamente beneficia a todo el mundo”, que “El crecimiento es necesario pero insuficiente para la reducción a largo plazo de la pobreza“, y que pueden haber crecimientos que perjudiquen a los pobres, como los crecimientos inestables o los que reducen el empleo. Ninguna de estas opiniones contradicen lo que a base de simple lógica hemos expuesto y más bien confirman que la necesidad de desarrollo es real. Conclusión: Tal vez solo en nuestro país se condiciona y subestima la importancia del empleo estable, se desprecia a los empleadores, se sataniza la inversión y se niega la necesidad del desarrollo. Tal vez por eso somos pobres.

El punto importante, por ser suficiente para nuestro planteamiento sobre la educación y por ser casi imposible algún desacuerdo con el mismo, es este: Si combatir la pobreza requiere de medidas complementarias que funcionen, nada en el desarrollo se opone a estas, y serán más efectivas y de más fácil  implementación en un país que crece rápidamente que en uno estancado, por lo que el desarrollo es un objetivo deseable. El verlo como innecesario o como un mal a resistir o combatir nos perjudica a todos, y en especial a los más pobres.

Todos deberíamos aceptar, con más alegría, el beneficio de vivir en sociedad y el beneficio que esta nos aporta a los individuos que la integramos. Creo, además, que el desarrollo nos une y beneficia, porque  casi siempre hace a los pobres menos pobres, a la clase media más fuerte y a los ricos más ricos. Y todo eso, todo, casi siempre, es bueno.

Pero ¿el desarrollo requiere de educación?

Continuará…

Guatemala 27 de Marzo de 2016   –   Enrique Maza


Para los de otras latitudes:

Chucos”: Un “Hot Dog” guatemalteco con salchicha, repollo y guacamol (aguacate hecho puré) vendido en la calle, con pocas medidas higiénicas.

Corredor Seco”: Región del centro-este de Guatemala afectada por desforestación, pobreza y sequias.

Otras notas:

(1) Sin que eso contradiga nuestro énfasis en la educación, hay prueba estadística de que en Guatemala la nutrición infantil está fuertemente relacionada a los salarios que los niños obtendrán después como adultos. http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736%2808%2960205-6/abstract Un estudio que fué noticia en su tiempo pero que parece haber quedado olvidado.

(2) Por ejemplo en este documento: http://scholar.harvard.edu/files/jrobinson/files/jr_kuznets.pdf se “moderniza” una vieja teoría de Simon Kuznets que planteaba que el resultado inicial del proceso de desarrollo es un incremento temporal de la desigualdad económica.

(3) Aqui algunas opiniones:
http://www.oecd.org/derec/unitedkingdom/40700982.pdf
http://www.oecdobserver.org/news/archivestory.php/aid/2173/Economic_growth_versus_poverty_reduction:_A__93hollow_debate_94_.html
http://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:747531/FULLTEXT01.pdf
http://pdf.usaid.gov/pdf_docs/Pnaca656.pdf


 

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