Gobernados Por Las Élites

Guatemala es gobernada por una élite. A muchos no nos gusta reconocerlo, mientras que a otros les encanta repetirlo. Hoy somos gobernados por una élite político-económica integrada por diversas facciones, inclusive criminales. Pero no es algo extraordinario. De hecho, casi todos los países del mundo son gobernados por una élite. Los que no lo son, son gobernados por una sola persona, como es el caso de Corea del Norte, la Rusia actual y la inicial Cuba de Castro, hoy gobernada por una élite político-económica-militar. No hay alternativa, la democracia como tal, estrictamente hablando no existe en ningún país y posiblemente tampoco existió en la antigua Atenas, donde solo una minoría de la población eran ciudadanos, quedando fuera de las asambleas mujeres, esclavos y otros.

Élites y Gobiernos

Aquellos países cuyo “sistema democrático” admiramos son gobernados por una élite generalmente político-económica-mediática. Lo que los distingue es que sus élites, además de haberse apartado de elementos criminales son fuertemente influenciadas por la organización de la población, la voluntad de la mayoría a través del voto y frenadas por los límites al poder del estado que se han incluido en una constitución o tradición difícil de modificar y que le da estabilidad y permanencia a esos límites. Sus élites, al igual que la población, imbuidas desde su infancia en el respeto a la ley y a reverenciar con orgullo a su sistema político, lleva a sus élites a ejercer su poder a través del convencimiento, mientras que “aquí”, nuestras élites, autoconvencidas de ser los guardianes protectores de un sistema cuyos principios fundamentales en realidad  no valoran, actúan a veces de manera burda y directa. Finalmente, en esos paises que admiramos, el respeto a esos límites y procedimientos es lo que preserva la libertad de su población.

Tanto allá como aquí, cuando las élites dominantes, inclusive las opositoras comparten valores que se apartan de los de la mayoría y comienzan a tratar a la masa con desdén, surgen los candidatos antisistema. En especial en nuestros países, cuando la élite produce gobiernos inefectivos, que además abusan o roban demasiado, se incentiva la frustración y la insurrección.

Aunque las élites gobernantes son inevitables, pueden evolucionar o ser remplazadas por facciones internas o élites opositoras, solo que no ceden su poder fácilmente. Son resilientes, y cuando entienden que su poder es precario ante la rebelión de las masas o la amenaza de una facción discordante fuerte pueden rectificar para mantener su balance y no caer, resultando en un gobierno medianamente efectivo. Aún aquellas élites que mantienen su hegemonía a través de la represión pueden efectuar esta maniobra, retrocediendo en algo específico como vimos en China con las restricciones a la pandemia, logrando mantener el poder sin dejar de ser dictatoriales.  Lamentablemente las élites gobernantes que se mantienen en el poder a través de las armas generalmente eliminan toda facción contraria o élite potencialmente contraria y solo pueden ser reemplazadas a sangre y fuego, pues no hay elite alternativa que la remplace. Caso extraordinario fue la caída de la antigua Unión Soviética donde la élite que gobernaba a través de la fuerza llegó a la conclusión de que el cambio no les perjudicaría e inclusive pudiera serles favorable, por lo cual no ofrecieron resistencia.

Otra clase de mancomunidad no puede haber pues o uno o más o todos tienen que tener el poder soberano que he demostrado, tiene que ser indivisible, entero.  Habrá otros nombres en la historia y libros de política, pero no son nombres de otras formas de gobierno sino de las mismas cuando no gustan, pues aquellos descontentos bajo monarquía la llaman tiranía y aquellos disgustados con la aristocracia la llaman oligarquía, y así también los que se sienten agraviados por la democracia la llaman anarquía…

Thomas Hobbs, Leviatán. capitulo 19, 1651.

Élites y Política en Guatemala

En todo caso, en los países en los cuales hay elecciones con opciones, en una realidad inversa a la teoría democrática, son las élites políticas las que forman la opinión y las opciones de los votantes y no al revés (1). Es así como en otros países las élites políticas arman los platos surtidos que los votantes, enganchados con un solo manjar deben comerse completo. En nuestro caso, peculiar admito, la corrupción causa que buena parte de la élite política, posiblemente la mayoría, carezca de convicciones y puede, sin mayor problema asumir la bandera ideológica o religiosa que juzgue más favorable al mantenimiento de su poder. Así resulta la aparente contradicción de que la élite política de Guatemala es en su mayoría, apolítica y por ser además corrupta, dispuesta a venderse al mejor postor, lo cual, aunque molesto, no es lo peor que pudiera pasarle a quienes pueden pagar.  Estos últimos ven en la élite política corrupta un mal menor utilizable para evitar males peores y lograr que lo bueno o lo que les conviene se haga, no faltando analistas internacionales que erróneamente concluyen que en África y nuestra América la corrupción es necesaria pues es el aceite que logra que la maquinaria gubernamental funcione.

Lo anterior explica la raíz de nuestra élite político-económica.  La tercera élite en nuestra ecuación es la élite hoy opositora.  Está conformada por los herederos ideológicos de Arbenz o de pasadas facciones insurgentes y también por grupos más moderados pero que ven en el “Gran Capital” y el ejército el “Gran Enemigo”. Carente de recursos, esta élite intelectual solo puede ofrecerle a la élite política mercenaria la riesgosa proposición de que el adoptar su discurso les proveerá de más votos que los que perderán por falta de recursos, lo que a la fecha no ha resultado cierto. Aunque diezmada y carente de cohesión ideológica pues lo que comparten es solo su oposición al “statu quo” y la aversión ya mencionada, tienen cierta fortaleza, apoyo internacional y visibilidad. Sus integrantes están siempre presentes en los medios, protestas, y ocasionalmente dentro de la burocracia estatal, inclusive en puestos altos de gobiernos supuestamente controlados por la élite contraria..

La confrontación entre estas dos élites a veces en los medios y a veces invisible dentro de agendas escondidas es una lucha fuerte e incesante en la cual casi todo se vale, y determina la mayoría de las acciones políticas que presenciamos. El conflicto no es poca cosa, pues por la debilidad de nuestras instituciones y nuestro deficiente diseño institucional, termina estando en juego: La influencia o control sobre los tres poderes del Estado, la interpretación de nuestra historia y el rumbo futuro del País. Esta es la verdadera lucha política, pues la competencia entre los partidos políticos es un mero teatro o a lo más, solo la sombra de la lucha real. Estás dos élites (la que le teme al futuro y la que no logra salir del pasado) y no las élites políticas, son las que disputan el poder político, forman la opinión de los votantes y arman los platos con su respectivos ganchos y manjares complementarios en nuestro país.

Élites y Elecciones

Cada cuatro años en el breve pero temido y terrible momento democrático que nuestras élites aún no han podido controlar, consistente en las elecciones generales, los votantes que ya han comprado un plato de una élite se esmeran por encontrar entre los platos ofrecidos por la élite política el menos desagradable que contenga un manjar que les guste y en ese limitado momento democrático transfieren algo de poder de una élite a otra. No les es fácil escoger, pues la elite mercenaria prefiere no ser identificada como agente de una u otra élite y arma sus platos de las recetas que producen las dos élites en pugna mezclando ideas contradictorias pretendiendo ser ajena a esa lucha. Como consecuencia, la mayoría de los partidos presentan agendas iguales o muy similares, a las que agregan alguna tontería u ocurrencia “neutra”. Con agendas iguales, todo el que quiere ser presidente y conozca un financista que le interese ser Diputado, forma un partido, pues las elecciones se vuelven una lotería entre iguales que puede ganar cualquiera que tenga boleto para la rifa.

Claro que como nada es simple en nuestro complejo país, hay que mencionar que existen agentes políticos, tal vez inclusive partidos, motivados por convicciones, y sobre todo muchos otros grupos organizados cuyos líderes podríamos no identificar como parte de una élite pero que tienen influencia en las opiniones y acciones políticas, como son: pueblos y organizaciones indígenas, exmilitares, narcos, guerreros culturales, católico-evangélicos, promotores de la justicia transicional, bandas de peculado y cohecho, los provida, los anti mineros, los liberales-libertarios y más.  Estos grupos, en determinado momento apoyan públicamente o “bajo de agua” a la élite más afín y algunas veces, más que apoyar, parecen dominar la agenda de estas, proveyendo el manjar que engancha a un grupo de votantes al plato de la élite.

El rol de las élites

Por último, para no ser malentendidos debemos decir lo obvio: las élites en general  distan de ser un mal a combatir. Aún las élites de las cuales hablamos aquí, que son las que gobiernan o aspiran gobernar y no solo las intelectuales y científicas pueden ser, y muchas veces son, fuente de ideas y fuerzas positivas, aunque hayan surgido ajenas a la voluntad popular o democrática. Las élites político-económicas pueden ser estabilizadoras e incluso salvadoras en tiempos de crisis, cuando asumen un rol responsable más allá de sus intereses personales y deben ser valoradas acorde a lo que aportan. Vale aclarar que el aporte al cual nos referimos no es el valor económico que sus integrantes producen sino de lo pernicioso o beneficioso de la influencia de estas sobre la vida de todos. Recordemos que la constitución de Estados Unidos fue en su tiempo, el producto de su élite político-económica gobernante. La recientemente rechazada de Chile fue el producto de una masa carentes del beneficio de una élite dirigencial.

Élites y ciudadanos comunes ante un futuro incierto

Nos parece que en  la historia de los Estados surge en raras ocasiones, una oportunidad que permite a una élite ilustrada y bien intencionada implantar cambios positivos, oportunidad que suele perderse o resultar en algo peor cuando ocurre ligada a la violencia o una situación en la cual la élite involucrada ve un riesgo existencial, pero que puede resultar en algo mejor cuando ocurre en situación en que los entramados del sistema a construir o modificar permiten transacciones difíciles y debates ecuánimes a profundidad.  Creo que, en nuestro país, tras las elecciones que se avecinan y caso logremos elegir un grupo razonable de funcionarios y dirigentes honestos que comprendan lo que sucede en nuestro país y a nuestro alrededor, se podría abrir brevemente una ventana de oportunidad para iniciar los cambios que ya no deben demorarse más. De hecho, existe ya un proyecto poco publicitado de un partido político que intenta generar un Congreso más obligado a responder ante sus votantes, lo cual podría ser el inicio de transformaciones deseables, al menos en la élite política.

No somos del todo optimistas sobre lo anterior, pues, aunque algunos no vean la relación, nos parece difícil  que la ventana mencionada se abra, a menos de que antes, los líderes políticos tengan la visión para proponer dejar a los historiadores lo que a ellos debe quedar, la habilidad para lograrlo y  el coraje para resistir la oposición de las élites internacionales,  y que solo como segundo paso se podrá, con prudencia pero sin miedo propiciar los cambios, inclusive constitucionales, que nos permitan expulsar a los criminales de la política, domesticar un poco a nuestras élites, apartándolas de las tentaciones autoritarias o  totalitarias, e intentar iniciar la transformación de la política, la justicia y el servicio civil, así como la mejora de las estructuras, procesos, costumbres, tradiciones e independencias que nos permitan preservar nuestra libertad sin importar las intenciones, inclinaciones o ideas de los funcionarios electos o de quien resulte Presidente.

Conclusión

Este mes de enero no les deseamos a nuestros lectores y amigos un feliz 2023 sino un año de dura reflexión y trabajo, sobre todo a la hora de votar, para que el 2024 sea un año feliz.

Guatemala, enero-febrero 2023, Enrique Maza Z.

  • Nota (11): Elite Influence on General Political Preferences, Randall G. Holcombe, Journal of Government and Economics, Volume 3, Autumn 2021, 100021


 

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